El espacio interior de las palabras

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Las palabras están vivas, como lo están los bosques o las aguas de los ríos. Su vivacidad se expresa en el movimiento, ese movimiento que es visible ante nuestros ojos. Y se está descubriendo, científicamente, que existe toda una conectividad mutua en el entramado interior de cada forma que la Naturaleza nos presenta constantemente.

El molde ondular en la materia, está presente en el agua. El mismo molde de ondulación en la energía se nos muestra como sonido audible. Los dos comparten este movimiento ondular. (Ver capítulo V: “Sonido y agua, agua y sonido” del libro The Living Voice La Voz Viviente. Natural Ed. 2019).

El movimiento de las palabras, dentro del ámbito del lenguaje, es imperceptible, manteniéndose todavía en un estado “misterioso” de observación energética. Su conectividad profunda viene a expresar concreciones de lo esencial que recogemos a través de los sentidos y las experiencias, dentro de lo que hemos denominado “existencia”.

Es curioso observar cómo los conceptos y las frases crean estructuras, muy vinculadas a la forma de pensamiento que nutre “el mundo de creencias” de cada uno. Este mundo mental crea una especie de “chip” por donde circula el magma de significados que está contenido en todo lo que queremos expresar. O de aquello que hemos aceptado como bueno, válido, o distintivo para mí. Son corrientes sinápticas, llenas de información que discurren y se interconectan creando redes de enunciados con los que nos manejamos para actuar.

En la situación actual, lo importante, en estos momentos, es percibir que, si se trastoca “el fluido” natural de los conceptos, ideas, filosofías, o formulaciones de valor, se produce la misma situación de ciénaga que conocemos en relación al agua, pero en el ámbito de lo vibracional. Nos encontramos ante ese tipo de fango “oscilatorio” que resulta semejante a lo que encontramos cuando el agua contaminada destruye un entorno. Lo constatamos con frecuencia a través de la experiencia real que nos muestran los noticiarios. El agua puede morir. Estamos descubriendo que el sonido, también.

En toda la historia de la humanidad, siempre se ha percibido que “el agua es vida.” Y toda la configuración social de inicio, la creación de los hábitats humanos, ha estado vinculado al hecho de poder disponer de este elemento esencial, este líquido fluyente que permite el asentamiento adecuado para crear la familia, la estabilidad y, en definitiva, el desarrollo creciente de las sociedades hasta verlas articuladas como se nos presentan hoy en día.

Este paralelismo del sonido con el agua, nos sirve para detectar el estado agonizante de la energía sonora compactada en estructuras sintácticas, en expresiones personales, profesionales y de toda índole. Nos encontramos con un lenguaje muy degradado en su nivel más íntimo, en su naturaleza vibracional.

El flujo, digamos “eléctrico”, con el que se transmiten intenciones, propuestas, acuerdos, enseñanza, orientación psicológica, coaching o acompañamiento evolutivo, pierde su cualidad interior al verse desviado, una y otra vez, de sus cauces expresivos. Y de su propia formulación para crear su entramado de significaciones.

Lo que suena en palabras, lo que escuchamos a través de ellas, se “escurre” de su ámbito o circuito, porque lo que se promociona desde “la fachada” exterior, sólo consigue una desconexión creciente de la realidad interior de las personas con lo que se manifiesta en su capacidad verbal.

Estamos en una situación de uvi, o de máxima emergencia, porque nuestra garganta y su expresión vocal se ven asediadas y acorraladas en un ámbito vibracional que no les pertenece. Y no se crean sus estructuras de consolidación, su arquitectura sutil. Esa arquitectura sutil es, precisamente, la que permite la resonancia con la esencialidad de lo que transmitimos, la conexión con el mundo propio que cada concepto, esencia, cualidad tiene en el interior, como “semilla” o “almendra” que puede desplegarse, si tiene su contexto natural, vibracionalmente hablando.

Estamos ante algo más que un secuestro energético. Algo más que una decadencia social. Es la inhabilitación profunda de la manifestación natural del mundo vibracional humano a través del espectro sonoro en la oralidad, en la faceta vocal de la persona.

Se ha normalizado, en nuestro discurrir cotidiano el hecho de que lo que se asegura como cierto, lleva a un resultado contrario, impredecible, doloroso, mortífero en muchas ocasiones. Y se está repitiendo con tanta frecuencia, que se ha convertido en algo “natural”, cotidiano, automático, repetido por inercia ambiental: “mejor no pensar en lo que uno verbaliza, lo que se cuenta hacia afuera y… hay que conseguir que no tenga consecuencias…”

En este estado de cosas, lo que se asegura como cierto, lleva a un resultado contrario, impredecible, doloroso, mortífero.

Va a resultar difícil recuperarse del impacto de esta pérdida vibracional, por las consecuencias que tiene para cada persona. El caldo de cultivo degradado ya está servido.

Nos encontramos con un “lenguaje cáscara” en donde la envoltura física de los sonidos emitidos en la manifestación verbal, ha perdido toda su “sustancia”, podríamos decir. La imagen más cotidiana sería la del papel del cigarrillo que se ha dejado consumir en un cenicero…

Retornar al espacio interior de las palabras, conjugarlas en la veracidad que oscila en nuestra forma de ser y nuestra actitud en lo más positivo, parecen ser los únicos antídotos posibles ante la atmósfera “fake” que gravita demasiado cerca, demasiado espesa demasiado y… que no nos deja respirar en nuestra verdad, la propia, la auténtica, la que da la “mejor versión de mí” y nos hace crecer. Y es lo que nos expresa en nuestras palabras.

Desarrollar un scaner en la escucha se presenta como una herramienta fundamental para atravesar el momento presente, de tal manera que podamos percibir las manifestaciones de las ideas en modo fake, y empezar a distinguir correctamente cómo se deshilachan las palabras, las afirmaciones, las promesas descritas o enviadas ante nosotros. Nos daremos cuenta, cada vez más, de la intoxicación ya sistematizada en mi tejido neuronal. Y con ello, certificaremos mejor nuestra elección, la consolidación de nuestra idiosincrasia personal, en la conectividad que la conciencia más íntima nos solicita, permanentemente.

Podemos hacerlo desde nosotros, desde el día a día, desde la intención, desde el movimiento expresivo que nos da la “calma” de “estoy conmigo, en mi verdad, en mi palabra”.

Animo a todos a realizar esta campaña vibracional desde esta perspectiva que planteo aquí, para que retorne el fluir verdadero de lo que pensamos, sentimos y hacemos.

La veracidad y la luz de nuestras palabras son la única propuesta viable que puede, como un láser multi radial, socavar la espesa niebla con la que el modelo fake de ocultación persistente nos atenaza, nos confunde y nos desvía de los ejes de nuestra propia vida, tan importante ahora tanto para nuestra biografía como para la paz y el progreso real de la humanidad.

Macarena Miletich
Especialista en Técnicas Vocales.
Ex Catedrático de Ortofonía y Dicción.
Terapeuta de Sanación Sonora.
Autora del libro: The Living Voice La Voz Viviente

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